Las sociedades empresariales han existido desde el principio de los tiempos. Todos nosotros hemos hecho alianzas (sociedades) en algún momento de nuestras vidas. En la escuela para intercambiar meriendas, en los trabajos y en los grupos sociales a los que pertenecemos.
Aun así las sociedades empresariales, traen consigo bastante dificultades, y a veces nos podrían hacer sentir como si no vale la pena estar en sociedad en primer lugar.
¿Realmente la necesito?
Personalmente creo que esta es una pregunta que brilla por su ausencia cuando estamos analizando si vamos o no, a desarrollar una sociedad empresarial. Por razones que no vamos a tratar aquí, pensamos que la única manera en la que podremos llevar un proyecto al éxito, es solo si tenemos un equipo con nosotros.
Esa última premisa es cierta, el problema es que confundimos “equipo” con “socios”. Podemos crear un buen equipo de trabajo en un pequeño emprendimiento a través de ofrecer bonos por desempeño y comisiones, sin que eso se traduzca en los dramas de las sociedades.
No quiero que me malentiendan, no estoy en contra de las sociedades empresariales en lo absoluto. Mi deseo es poder dar el otro lado de la moneda que muchas veces no tenemos la oportunidad de conocer hasta que ya es muy tarde y está todo comprometido.
Las sociedades empresariales se eligen
Levantar una empresa solo es una odisea que pocos pueden llevar a cabo. Por eso, muchos optamos por asociarnos con: amigos, conocidos, compañeros del trabajo o personas con intereses similares, en aras de poder encontrar la mancuerna ideal para el crecimiento del proyecto. Pero una confusión (error) bastante común, es entender que solo los intereses comunes son suficientes para crear la sociedad empresarial.
Muchos (quizás todos) de nosotros, hemos escuchado los testimonios de los fundadores de las empresas hoy más conocidas del mundo, y muchos de ellos son dignos de películas. Un común denominador que por lo menos yo he podido apreciar, es que muchas de estas sociedades empresariales se dieron por ósmosis, y la intencionalidad brilló en ausencia.
Ser intencionales al momento de formar una sociedad, debe estar en el top de prioridades de cualquier emprendedor. Es precisamente la intencionalidad lo que de alguna forma va a blindar la iniciativa de posibles miss match en proceso de alianza. Estos son solo algunos ejemplos de cómo esta práctica puede constituirse en salvadora:
- Nos lleva a ser más perspicaces
- No hace ser más inquisitivos
- Motiva en nosotros el pensamiento critico analitico
- Limita la emocionalidad en la toma de decisiones
- Nos hace entender que el éxito de la iniciativa (emprendimiento) está en juego.
El compromiso se debe demostrar
Una de las luchas más comunes en lo que a sociedades empresariales se refiere, es precisamente el lograr un nivel de compromiso colectivo y mutuamente incluyente. En términos simples, no todo el mundo trabaja con la misma fiereza, intelecto y cuidado, y eso al final de la semana traerá bastantes discusiones.
Antes de iniciar una sociedad empresarial, debemos asegurarnos de que legalmente todos los miembros de la sociedad, hayan hecho un compromiso por escrito, notarizado. El documento debe contemplar pero no estar limitado a:
- Horas de trabajo semanales
- Roles a ocupar y responsabilidades
- Cantidad de clientes/proyectos/dinero debe aportar, periódicamente
- Responsabilidad de representación (entrevistas, eventos, etc)
- Salarios, comisiones y beneficios
- Mecanismos y condiciones de salida de la sociedad
Conclusión
Las sociedades empresariales son una gran cosa, son positivas y aportan en gran manera al desarrollo de las empresas. Pero como todo en la vida, tienen su lado no tan bonito, un lado del que debemos cuidarnos.
Si quieres asociarte con alguien pero no sabes ¿Qué hacer y cómo hacerlo? No te preocupes, nosotros estamos aquí para ayudarte, escribanos en cualquiera de las vías disponibles y uno de nuestros agentes estará feliz de atenderte. De igual manera aquí tienes un articulo acerca de los primeros pasos para empezar un proyecto.